Te vas, te vas, te vaaaaas

Rumiaciones de una docente en el laberinto educativo

Se acabó ¿Pueden creerlo? Otra vez armar mis petates y cambiar de escuela. Así no se puede. Menos mal que no rifé mi locker, que ahí me espera, pletórico de fotocopias que pensaba no volver a enarbolar.

Ya sé que lo usé hace poco, pero así estoy, eterna nómade

Una fiaca el aulaaaaaaaaa. Lo voy a decir en jerga adolescente “Una paja el aulaaaaaaa, una paja infinita”, es adolescente pero la uso, los que interactúan conmigo lo saben. ¿Cómo, y la vocación? Sí, bueno, pero compréndanme, yo voy cumpliendo años y los pibes siguen teniendo eternamente 13. No sé ya dialogar con las nuevas generaciones, el tik tok, instagram toda la bola tecnológica.

Me parece que en mi monólogo interior no aclaré nada. No soy más directora. Así, corta la bocha, como diría Ivo. Game over, se acabó. Otra vez al aula, de profe rasa. El cargo salió a concurso y lo tomaron. Así me lo comunicó mi circunspecto supervisor, que me llamó por teléfono (no pude saber si aún tenía el barbijo) y me dijo “Lila, lamento comunicarte que tomaron el cargo… bla bla bla, fue un placer, hasta siempre”.

¿lo recuerdan?

Por suerte yo ya lo sabía porque se lo habían dicho unos segundos antes a mi vice por wasap, así que pude dialogar, entera y recompuesta, con mi superior, sin derramar una lágrima. Para beneplácito de mi narcisismo, algunas personas del establecimiento estaban cariacontecidos, así que bueno, he dejado huella.

Justo el día anterior había tenido que ir a mi antigua escuela y me había pavoneado con mi nuevo rango. En fin… la vida puede ser tan refinada en su crueldad. Lo lindo fue que me rodearon varios de mis ex estudiantes y Marco, un alumno que tuve dos veces en 1ro y una en 3ro me abrazó, me dijo “Profe, volvé, me quedó un 5”. Era un poco interesado el abrazo pero, de todos modos, era afectuoso.

A Marco lo conocí en 2019, entró en 1ro con 12 años y bastantes dificultades para estar en el aula. Cuando algo no lo convencía se acostaba sobre su mesa y no había manera de sacarlo de ahí. Previsiblemente en 2020 volvió a hacer 1ro, y ahí tuvo que entendérselas con la virtualidad. Pero juntos logramos esto, que ahora les ilustro. No les pongo el link porque sé que son vagos y no van a cliquear:

Uno de los trabajos de Marco en pandemia, me encanta lo del aire verde

Como verán, estoy intentando conciliarme con la idea de volver al aula. No es que estuve absolutamente desvinculada de la tarea de enseñanza, porque continué en un nocturno, pero no es lo mismo. La escuela de día es más intensa, más multitudinaria, al menos en mi experiencia. A la noche la gente es más centrada, por lo tanto, no constituye una usina de anécdotas.

Y en la dirección ocurren cosas, pero muchas en el mundo adulto, que no sé si son tan graciosas, o entrañables. A veces fui testigo de comentarios francamente tristes, muchas familias llegan a la escuela y vuelcan toda su desazón ahí, y una tiene que escribir todo en el libro de actas, con el corazón encogido y cara de ajá ajá.

Hablando de libro de actas, hubo un momento realmente absurdo, cuando la hermana mayor de una estudiante nos vino a plantear que la chica estaba embarazada, y suponía que el encuentro se había realizado en el baño de nuestra institución. La mujer comenzó el relato, que yo asentaba prolijamente en el libro, siempre tenés que poner “fulanita refiere…” así que empecé “fulanita refiere que encontró una botella de orina en la habitación…” La verdad que cuando comencé el acta de esa manera me di cuenta de que todo lo que seguía sería un auténtico delirio, y mi corazonada no fue defraudada. A partir de esa botella de pis la familia armó mil conjeturas, siempre apuntando a que la escuela tenía cierta culpa, para variar. Finalmente la verdad prevaleció, y la orina no era para hacer un test de embarazo, sino para evitar usar el baño a la noche, y que la familia se enterara de que la muchacha tenía un visitante, que no era alumno de nuestra inmaculada institución. Algo que si ves en una película de picardías adolescentes te genera empatía, a pesar del detalle escatológico. Ni Shakespeare se hubiera atrevido a tanto.

Orgullo de mis Montescos y mis Capuletos vernáculos

Otra cosa simpática que me pasó al comienzo de mi gestión fue que en medio de ese sinfín de gente que me presentaban viene un día la asesora pedagógica y me dice “Tenemos que hacer un zoom con Pirulo, así te lo presento, trabajamos muy bien con él, siempre nos asesora, etc etc”, “bueno bueno” dije yo, boleadísima ya con tanto protocolo. Cuando sos profe te tiran en el aula y ya está, todo es más concreto y rápido, como arrancarte una curita pegoteada.

Traté de esquivarle al zoom un rato, pero mi asesora es una mujer realmente persistente, así que a última hora de la tarde ahí estábamos en mi escritorio, con el celu de ella, esperando. Se me aparece la imagen de un señor platinado, con cara simpática, hacemos los saludos de rigor y yo no sabía bien cuál era el motivo del encuentro virtual, lo cual me incomodaba, ya bastante me sentía pisando huevos en mi nuevo cargo, para sumarle incertidumbre. Bueno, un par de frases amables y de repente el hombre me dice “yo la conozco, profesora, de su antigua escuela, alguna vez estuvimos reunidos, o como preceptora tal vez” “Ah, sí, bueno, puede ser, no sé bien, quizá alguna reunión en el Doe” dije yo, no queriendo ser descortés, pero sin recordar absolutamente nada. Y en eso tira la palabra “chupones” y se ríe. En el primer momento me desconcerté y pensé “se quiere propasar, vía zoom”, y recatadamente me cubrí el escote. Pero después de un par de pistas más supe que estaba frente a un seguidor fiel de mis newsletters, que los había leído más que mi propia madre, lo cual es mucho decir, y me miraba con infinita simpatía. Mi asesora no entendía nada y preguntaba “pero ¿de dónde se conocen?”, mientras yo, por breves segundos experimenté las mieles de la fama, cual una Lali Espósito de la educación. Momento hermoso, gracias, muchacho.

Yo durante 3 segundos

Y para ir cerrando, ¿se acuerdan de todo aquel asunto del locker que le habían usurpado a mi amiga Celia? Lo conté todo en esta entrega y no habíamos podido llegar al fondo de la verdad. Lo que más me molestaba es que los directivos de la escuela no hubiesen querido entregar el nombre de nuestro usurpador, y ahí estábamos, enseñando con el enemigo.

En una de las quinientas cenas/encuentros con amigos docentes que tienen lugar en diciembre (ese hermoso viernes a la tarde del año) Celia me contó que en una capacitación conoció a un profe bastante novato. Charlando sobre su escuela de origen, el hombre menciona justamente la institución que alberga al locker incautado. Celia dice “Ah, yo también trabajo ahí, ¿qué tal, te gusta?”. Él responde presuroso que sí, pero que le pasó algo molesto, un día encontró un locker vacío, puso sus cosas y unos días después encontró un cartel muy agresivo. Esto último no es verdad, el cartel de Celia era muy polite, a pesar de que cientos de docentes la arengaban en la sala de profes de que le tirara todo a la mierda y le escribiera sendas puteadas. El docente seguía comentando cabizbajo que luego lo llamaron de conducción y le explicaron que los lockers los habían pagado los docentes y tenían dueño. Él quiso oponer resistencia, pero luego capituló. Dos años después, se ve que aún no se repuso del duro golpe. No quería dejar de mencionar esta hermosa resolución del conflicto, sé que los tuvo en ascuas todo este tiempo. También merece mención la magnanimidad de Celia, que en ningún momento le dijo a su perpetrador que el locker era de su propiedad. ¿No es acaso un alma bella?

¿Qué más puedo agregar? La experiencia en conducción fue intensa, no me aburrí ni un segundo, y el tiempo pasó volando. Todo este período yo lo resumiría en El año que fui esponja, no paré de absorber ni un momento, me sentía como un recién nacido, recibiendo el mundo con todos mis sentidos.

Yo, todo este año

Disculpen la melancolía, pero me había acostumbrado a mi sillón, a que me trajeran la vianda en la bandejita de aluminio, a recibir a las familias, a que cada tanto hubiera una reunión en Supervisión y hubiera sanguchitos ricos, y las infaltables galletitas Diversión, dije que las extrañaría aunque no me gustaran; me aprendí el nombre de todos los alumnos (es una escuela chica, no es tan portentosa mi memoria); vencí el miedo a hablar en público, sé enganchar la bandera para que la icen y no se caiga; hago expedientes, contesto el teléfono, acompaño al fumigador en cada rincón de la escuela; convoco a reunión de profesores; redacto los mails para las familias; tengo mi sello de Directora… ¿qué más quieren?

Ahora les confieso que cuando corté la comunicación con mi Supervisor me quedé tarareando en el teléfono “¿Y cómo es él, en qué lugar tomó el cargo por mí, de dónde es, a qué dedica el tiempo libre, pregúntale por qué ha robado un trozo de mi vida? Es un ladrón que me ha robado todoooooo

Esto quería decirle a mi Supervisor

Ya en tren de lamento, les dejo estos dos videos para socializar mi desánimo. La seguimos la próxima. Vemos qué onda 2024. Me olvidaba, felices fiestas.

Esta última canción tiene un sentido. Además de darle título al newsletter me imaginé también una despedida de mi cargo así, con coreo (ya confesé otras veces que me encantan las comedias musicales). Bueno, yo atravesando el patio y todos, docentes, estudiantes, auxiliares, mi Supervisor, obvio, entonando desenfrenadamente “Y tú te vas, te vas, te vas, te vas”, yo respondiendo “No creo ser mejor, fui diferente, nada más”.

Estoy pensando seriamente esta propuesta para la nueva gestión. Cargo sin dolor se llama.