- Aula dulce, Aula salá
- Posts
- Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
Rumiaciones de una docente, otra vez en bicicleta
Holis, empiezo tímida porque no sé si les dije, pero soy Directora.
Así me siento a veces
Me quedó un poco grande el emoji, disculpen, no soy nativa digital, así que esto de los posteos, newsletters y demás está aún prendido con alfileres, no obstante el megasalto que pegamos todos durante la pandemia con la actividad remota. Háganme acordar dentro de un rato que les cuente mis alardes de manejo de classroom, hasta yo estoy admirada. Se me subió a la cabeza el éxito, parece.
A veces me siento así de ganadora, pero otras, oooohhhhhhhh, por el piso, no sé si zócalo o alfombra.
Por momentos, yo en mis nuevas funciones
Todo comenzó una mañana fría de junio, cuando me apersoné en la escuela nueva. Entré así, como la paloma, muerta de miedo y de nervios.
Por suerte ya había una cara conocida, la preceptora Aldana, ésa que deambulaba por el patio de mi antiguo cole con un modular sobre ruedas. Bueno, resulta que acá Aldana ya no es más preceptora, ahora es Secretaria. Así que ahí estaba, sonriente y muy cálida, diciéndome: “¡Qué suerte, Lila, que tomaste vos!”, “¿te parece?” respondía yo, dudanding. “Sí, sí, vas a ver, esta escuela es chiquita, la gente es muy copada, macanuda, buena onda” (elijan uds. la opción que mejor les parezca, la verdad que no me acuerdo bien qué dijo, pero era algo positivo). Me comentó que ya había enganchado la bandera para ser izada, me mostró el parlante que emana la canción patria cuando ponés el pendrive (sí, ya sé, es mi obsesión el tema de la bandera y el ritual, me persigue realmente esa cuestión, lo tengo que ver en terapia).
Después vino un profe muy amable, me dio la bienvenida y me presentó frente a los chicos, formados en el patio y a algunos docentes (espero haber puesto una cara normal, porque en mi interior yo era una mezcla de vergüenza, incomodidad y putamadreparaquémepostulé que se me salía por los poros).
Después de media hora sentí que me habían presentado a ocho millones de personas entre profesores, auxiliares, personal de comedor, preceptores, celadores y maestras de apoyo, y no lograba unir ningún nombre con su rostro correspondiente. Además, algunos nombres se multiplicaban, había cuatro marianas, dos anabelas y tres alejandros. Así no se puede.
Cuando le dije a Aldana “che, ¿pero puede ser que haya tres marianas?” me contestó muy suelta de cuerpo “claro, pero a la celadora le decimos mary; a la profe, marian; y a la auxiliar administrativa itinerante, maru; es fácil”.
Noto que les llamó la atención el cargo de Auxiliar administrativa itinerante, confieso que a mí también. En un principio el título me sonaba a alguna pavada rimbombante, pero no, Maru resultó ser genial, y lamento que sea itinerante, es decir, que no esté todos los días en el cole. Ella itinera (qué loco ese verbo) entre distintas instituciones, va por los colegios, auxiliando administrativamente, hasta que no la necesitan más, y se va a nuevos lugares. “Soy como Mary Poppins, cuando ya no me necesiten, me voy” dice.
Además de que sabe mucho de las plataformas administrativas que yo tengo que aprender a usar (suspiro), me encanta porque estuvo en un casting en el que tenía que hacer de hija de Andrea del Boca y quedó seleccionada. Ya está, no necesita nada más para tener un lugar en mi corazón.
¿No es lindo conocer esas historias de la gente?
No soy fan de Andrea del Boca, pero adoro su glamour de telenovela
Después de un rato apareció la segunda cara conocida, el preceptor Marcos, ése con el que habíamos perdido a una niña y habíamos compartido perplejidad frente al señor del barbijo 100% Jesús (inolvidable, realmente). Pero acá ya no era el prece, ahora era el profesor Marcos, de Educación Física, toda una institución dentro de la institución.
Y como si esto fuera poco, al mediodía llegó la Prosecretaria, que resultó ser una profe de inglés con poca carga horaria en mi colegio anterior. Destaco esto de la poca carga horaria porque eso explica que su rostro me era remotamente conocido y yo, muy descortés, la había ignorado en mi antiguo lugar de trabajo, no por maldad, sino por ese andar descuidado que uno tiene cuando es baqueano en un lugar, y no le da bola a los recién llegados o los que no son “de la casa” (entiéndase por “de la casa” a los que tienen 500 horas en la misma escuela). Bueno, pero ahora nos volvíamos a encontrar, en roles diferentes, con oficinas contiguas y compartiendo la misma pava eléctrica. Eso da mucha hermandad.
Esto de encontrar gente conocida pero haciendo otra cosa es un poco como cuando estás viendo una peli y descubrís que el que hace de mafioso era un simpático padre de familia en otra película, o la esposa sometida de un drama es la policía justiciera en esa de suspenso que te tuvo en vilo un domingo a la tarde (la reina de estos cambios es Frances Mc Dormand, por favor, mírense Mississipi en llamas y después Fargo, o viceversa, el orden no importa).
Frances Mc Dormand, merecería ser preceptora en mi cole
Finalmente se sumó la profe Julia, que supo ser mi preceptora y en una oportunidad me dejó de garpe en una salida, y se negó ir a la excursión a la que se había comprometido a acompañarme, con 20 simpáticos educandos. Ahora soy su máxima autoridad. La venganza es un plato que se sirve frío.
Tranquilos, perro que ladra no muerde. ¡¡¡Cómo estoy con los refranes hoy!!!
Bueno, como verán, mucha gente nueva, pero varios viejos conocidos. Como dice mi amigo Juanito “Qué pequeña es la pequeña burguesía”.
Para coronar este huracán de emociones llegó el supervisor, un hombre embarbijado. Confieso que me sorprendió lo del barbijo a esta altura, no sé si era una excentricidad del señor o una paranoia, para mí el barbijo ya pasó a ser un accesorio vintage. Él escribió mi acta de designación en un libro negro muy circunspecto, donde ambos firmamos. Todo era circunspecto, el libro, el señor, el momento… yo no sabía si aplaudir, esbozar una dedicatoria a mi familia o qué actitud adoptar. Debería haber un tutorial para profes/preces que saltan del aula a la conducción. La banda sonora sería ésta. Eso sonaba en mis oídos mientras firmaba.
Si bien yo arrancaba ya conociendo a algunos, había una infinidad de personas que me generaban miles de interrogantes. Así me surgió esta idea que considero indispensable para circular por la vida: la necesidad perentoria de un etiquetado frontal para las gentes. Sí, así como suena, deberíamos todos andar rotulados, para agilizar las relaciones, al menos las laborales.
Podríamos pensar entonces en las inscripciones que deberían funcionar como indicadores: Confiable; Sinuosa; Exceso de pedidos de licencia; Altos niveles de susceptibilidad; Exceso de niveles de queja; Contiene compromiso; Saturado en paciencia, apto para 1ros. años; Contiene impuntualidad: evitar horario en las primeras horas; y así.
¿No sería todo mucho más sencillo? Si me preguntan, todavía no decidí mi propio etiquetado y ahí… datis de cuestion: ¿el etiquetado lo elaboramos nosotros, de acuerdo a cómo nos autopercibimos? ¿o nos lo enchufan los demás? Mmmmm quedifisil, como diría Jero.
Mi humilde aporte…
Dejemos esto de los etiquetados, por ahora, porque parece complicarse y no estoy en momentos para andar embarrando más la cancha. Básteles saber que ya tengo mi propio etiquetado mental, así que cuando me vienen a hablar, yo los rotulo en secreto. Supongo que los demás me andan rotulando a mí también. Creo que este nuevo cargo me disparó un poco de paranoia, tiene algo de vidriera esto, y a mí me gusta el perfil bajo, si bien acá estoy lo más pancha contando estas intimidades de la gestión.
Me siento un poco extraña porque ahora departo más con los adultos que con los niños, si bien a última hora de la tarde suelo recibir a algún par de ovejitas descarriadas que ya tienen hastiados a los docentes, así que tipo 15.30 sé que me pueden caer algunos y les charlo un poco. Doy algunos consejos típicamente adultos (en los que creo, no es que los doy de la boca para afuera) acerca de los estudios, la necesidad de terminar la secundaria, etc etc (no los voy a aburrir, seguramente uds. también los dicen) y después ando chusmeando a ver qué les gusta. Se sorprenderían de saber la cantidad de estudiantes que quieren ser médicos forenses, creo que esta profesión compite codo a codo con jugar en la selección, así que Messi comparte el podio con el elenco de C.S.I.
Insospechados ídolos juveniles
Previsibles ídolos juveniles
Así, charlando tranquilos, a veces tomando té, y convidándoles las galletitas o barritas que voy juntando en el cajón (la escuela es de jornada completa, se sirve desayuno y almuerzo, y yo _ dada la cantidad de horas que estoy en el cole_ me volví merecedora de una ración de las simpáticas viandas de Larreta), se pasa el último tramo de la tarde. Me gustan esos momentos de intimidad con les enfants terribles que me tocaron en suerte ahora.
Los voy a dejar por el momento, ya sé que no les conté lo del classroom que dije más arriba, ya habrá tiempo para más cháchara. Volví a la bici esta semana, ya me puedo aferrar al manubrio otra vez, y como si supieran de mi regreso, las palomas de Corrientes y Callao hicieron ese hermoso vuelo circular que suelen hacer los pájaros cada tanto, y se reflejaban en el edificio vidriado de la esquina. Les debo la foto de ese instante.
No es que tuve un espectáculo así el jueves a la mañana en pleno centro, pero ponele que se parecía un poquito…
Arrivederci